jueves, 4 de julio de 2019

LIEBRE DE LOS DIAS




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Intentamos detener el derrame de la usura, el flujo del hambre todos los días pero nuestras manos son alambres de poste a poste, tensos. Te acaricio la cara de pan te arranco un poco, te beso y mordisqueo para saciarme, pero ¿hasta cuándo? Todos los días antes de levantarme sueño algo que no llega a ser pesadilla pero es un malestar sin nombre. Quiero volver a casa temprano. A veces entre el tumulto me confundo y desconozco, dudo de ser yo u otra persona. Salto el molinete antes que mi corazón quede registrado en el infrarrojo de la Sube, para que no puedan rastrearme y también por el dinero. Salto y me tropiezo reboto caigo. Me levanto como puedo pero el guarda se da cuenta y comienza a perseguirme. Huyo y se le suman dos, tres guardias mas van detrás mío. Desenfundan sin dar orden de alto que también voy a ignorar. Disparan sonidos fenomenales y soy una liebre esquiva como el pícaro Comitas escapando por la izquierda  hasta que caigo. Cuatro agujeros enchastrados. Uno para mamá, otro para la tía, otro para el juez que seguro preguntara en los formularios. El último te lo reservo a vos. No sé si estará bien la preferencia, pero el más lindo es para vos. Que estarás haciendo sopa en casa a estas horas, esa de arvejas con verduras, arvejas secas que remojas desde anoche. Verdes, redonditas, duras. Caigo al suelo o ya caí, soy atolondrado y nunca sé. Ellos no saben porque nos odian, odian porque los amaestraron para el odio. Nosotros, si sabemos por qué odiamos. Espero, espero, espero ahí en la calle a que me inscriban la boleta o la multa del tránsito mientras mi sangre escapa-si la dejas ir y vuelve, solo entonces era tuya-¿es entonces mía la sangre que corre en las veredas? ¿Son unos pájaros negros en los cables allí arriba o solo drones? Me aburro de la situación y me levanto, es una elevación casi magistral pues mi cuerpo ya no pesa. -¡Un momento! me detiene un oficial.-Usted no puede retirarse, es evidencia. Además necesito remarcar con tiza su silueta en el asfalto. Yo tranquilx, el nervioso. Doy gracias que solo quiere cumplir su oficio y al primer descuido me escabullo entre automóviles y curiosos. Hay hojas de árboles mustiando todo el suelo. Recién ahora me percato de que estamos en otoño. Llego a casa y te beso, dejo la ropa manchada en el cesto de la ropa como siempre. Creo que mejor cuento que no, que no vas a lavarla, que vos estas en el trabajo, para que no se enojen las ninjamigas. Pero no sería cierto. Tenes millones de ocupaciones pero te falta el trabajo remunerado, te echaron de la fábrica de zapatillas hace meses regalándote un túnel carpiano para siempre. Ahora que lo pienso voy a escribir una poesía que hable de lo carpiano, que sea túnel subterráneo buscando la claridad perdida. No sé si es buena idea y la descarto. Te cuento del desastre de mi día mientras mate. Me hundo en el amazona alegre de tu barba que está caneando hermosamente desde octubre. Intentamos las caricias porno pero me duermo al cuarto beso. En mis sueños no sueño. Solo veo pasar publicidades. Hace días que es lo mismo. Aunque siempre a la duermevela imagino que para mi cumpleaños me regalan un clon perfecto que sale a trabajar para los tres por lo menos dos veces por semana. Pienso en cuanto costaría el combustible y que esclavizar a una maquina tampoco es muy decente. A veces quisiera que nos tomemos unos días para ir al mar o las montañas y otros días sueño con quemar instituciones, empresas, empresarios y burgueses. Comérnoslo nosotras a ellos en una gran fuente enlozada, esa que nos regaló tu mamá y nunca usamos. Darles de comer contentos la saciedad del hambre a nuestras hijes. Ya no sé porque guardas esa estampita cromada de San Expedito en la billetera, si todo lo urgente se nos escapa crónico. Se avecina el invierno y no tenemos cable, tenes que arreglar con el Tío Petizo para subir al techo a acomodar la antena y clavar mejor las chapas. Cuando llueve con granizo me da miedo que se vaya todo al diablo, el viento, la inundación, las realidades. Últimamente muchas cosas me dan miedo y no te digo. Ayer viniste tan contentu , matándote de risa me contaste entusiasmadu que en colectivo leíste el diario de otro pasajero sobre su hombro, la nueva modalidad de los choreos. -Los Monochorros, son unos tipos que andan por la calle cabalgando orangutanes. Se dedican a las salideras bancarias o algunos robos menores, van a los trancos entre el trafico muchas veces a contramano y la plata que usurpan con sus zarpas la usan para comprar esa nueva droga que les hace creer que el mundo es lindo o los distrae. La mayoría son menores de edad. – ¿Los asaltantes o  los monos? te pregunto. – No sé, no pude terminar de anoticiarme, justo llegue a mi parada y tuve que bajarme.


Nunca se si bromeas o hablas en serio.



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